Construir otras cartografías

artista: Alberto Landi
texto para libro: carina borgogno
junio 2020

“La cámara es el pretexto para
conocerte a ti y al mundo”
Graciela Iturbide

I

Existe un momento en el cual la ciudad se detiene. ¿Cuándo? Quizás, cuando la fotografía congela ese instante. Solo ahí se vuelve piedra. La ciudad no duerme ni muere. Genera movimientos, escondites, atajos, travesías por lo alto y debajo de su suelo gris, en el asfalto tatuado de caucho y pisadas invisibles.

Esa ciudad entre los bordes es la que decidió caminar y registrar Alberto Landi en El borde íntimo: una Buenos Aires colmada de signos que debemos decodificar.

El libro, un cuerpo de obra compuesto por noventa y dos fotografías en blanco y negro, recorre fragmentos de barrios porteños y, desde el extrañamiento, aparta este puñado de imágenes para ser interpretadas por un espectador residente del mundo.

La cuidadosa edición estuvo a cargo de Nacho Iasparra quien junto al autor italiano cocreó un espacio de encuentro para mirar, seleccionar y poner en diálogo las imágenes. De ese modo se subvierte el relato y se presenta un montaje anacrónico y poético, donde la memoria es la responsable de la continuidad, y a través de su ejercicio permite emerger huellas.

II

¿Se puede entender a una ciudad?

La fotografía capta la fragilidad de la mirada y Alberto Landi selecciona y decide hacer el click cuándo algo lo interpela: un sifón verde o azul, una porción de fugazza o el retrato de Evita junto a la leyenda Ni una menos en la caja registradora de una pizzería de San Telmo.

La ciudad habla, grita -dice Landi- la ciudad encierra una historia en cada esquina. Quizás se dejan traslucir los sentimientos de sus habitantes cuando caminan por la vereda del sol o los pensamientos vagos mientras esperan en una parada de colectivo. Sus transeúntes también la disfrutan cuando se detienen en el verde de sus parques en busca del contacto con la madre tierra.

A la ciudad la aturden de bocinazos, la visten de banderas y pañuelos. A la ciudad la asustan los disparos y la asfixia el humo negro. La ciudad que Landi mira es intervenida en sus veredas y plazas. Los muros son el soporte para el arte político y social. El inicio de un acontecimiento precede en las calles, cuando el anonimato es un requisito y lo comunitario una necesidad.

Hay una ciudad del centro, otra exclusiva, casi pura, y otra que se fusiona. Se hace frontera permeable, donde conviven arrumbados argumentos del pasado con post verdades. En ese territorio límbico su arquitectura es una acumulación de estilos mal combinados, contradictorios, opuestos no complementarios que discuten por la primicia de la estética.

En esta Buenos Aires se superponen períodos como en un corte estratigráfico repleto de fallos, el gesto prevalece junto a la singularidad de su autor. Todo se incluye, aire acondicionado o nueva ventana. Prevalece lo posible antes que la destrucción.

La ciudad es intervenida por el visor de un Landi caminante que ya no es turista sino viajero del mundo, como propone el filósofo coreano Byung Chul Han. La ciudad del centro o su versión exclusiva deja de ser reconocida para el autor y emerge así El borde íntimo entre lo público y lo privado. El café o bar, como extensión del comedor de un monoambiente porteño, cumple varias funciones y es el escenario para la inspiración creadora. La mesa recuerda la espera de la comida de la infancia o se transforma en el diván imaginario de autoconsulta donde el comensal se enfrenta a una soledad digna.

La búsqueda del alimento sagrado es otro de los encuadres preferidos de Landi. Fugazzeta, mayonesa de ave, lengua a la vinagreta, sánguches de miga, choripán y hasta el asado, son piezas escultóricas efímeras de autoría anónima. La cocina popular persiste en las fronteras y nos recuerda los orígenes migrantes. A Landi le apasiona la incorporación de lo porteño en un plato italiano. De esta manera, se disuelven las recetas únicas. Las migraciones tienen esa magia de la fusión y la mixtura. Ante la ausencia de especias, verduras o procedimientos sus reemplazos no tardan en llegar y se inauguran platos auténticos generados desde el gusto local.

En las paredes de la ciudad se distingue la actividad política. Se cubren los muros cual maquillaje que quiere ocultar una herida. Las paredes son un territorio liberado para las ideas y aunque la publicidad insiste en fomentar la demanda siempre queda lugar para la memoria de los pueblos.

Los espacios de tránsito están plagados de acciones espontáneas. ¿Son realmente así o estamos ante un sujeto político que se permite entrar en otro territorio -el público-, y en lugar de escribir un libro, escupe paredes con verdades? El sistema moldea un ciudadano que debe ser calmado, encauzado, direccionado y de pronto eclosiona en los paredones. Es el caso de un dirigente social que invierte la ecuación y tatúa su barrio en la piel. Desde las paredes, Perón se instala en un emprendimiento familiar y la memoria de la última dictadura militar se escribe en baldosas.

Ni una menos y no me mates, por el aborto y contra el aborto. Landi sugiere ese binarismo que Occidente nos impone y resuelve en una pulseada, en un ring institucional donde la derecha e izquierda se enfrentan como el gallo rojo y el negro. La lucha de las mujeres y sus derechos por la autonomía del cuerpo tiene un camino de varios años y el aroma de la riña permea la imagen.

Se presenta así una ciudad desordenada y auspiciosa, compleja en símbolos y arquetipos que conforman la identidad del espacio y de sus habitantes. Se habilita a un espectador trashumante que vuelve siempre a lugares fijos.

III

Este caminar acompañado y detenido es persistente en Landi. ¿Hay un método de trabajo, entonces? El procedimiento tiene un punto de salida, una idea original. Lo extraño para un no nacido ni criado se vuelve signo a registrar y es capturado por la cámara oscura. Algo memorable interrumpe el tránsito al amante italiano que -luego en soledad- selecciona y vuelve sobre sus pasos en un visionado minucioso para comprender sus emociones, una vez que terminó su jornada.

¿Por qué todo esto me interesa?, reflexiona Landi. Me detengo en lo que me golpea. ¿Será en el corazón? Y continúa: una ochava, una porción de pizza desbordada de queso, una ventana rota, un kiosko amurallado, una tintorería oriental, una reunión de amigos y sus naipes. Estos son algunos de los anclajes elegidos en la errancia del trayecto.

Mi formación de arquitecto me acompaña, me permite acercarme con mayor conciencia, luego asoma el azar. Quizás su técnica se asemeja a la de un etnógrafo en las aproximaciones al objeto de estudio. Indagaciones, entrevistas a mozos, dueños de parrillas al paso y charlas entrecortadas conforman el paratexto de esta narrativa visual que tiene por finalidad huir de los no lugares.

IV

Cuando caminamos visualmente por la ciudad que nos propone Alberto Landi reconocemos -como espectadores- las esquinas que transitamos al ir de visita a la casa de un amigo. El territorio fotografiado es arrebatado por el público para identificarnos con recuerdos y espacios.

En sus últimos fotogramas el autor se aleja de la ciudad de los muertos y regresa a la de los vivos. De esta manera, se retira del libro pisando el asfalto, blanco, negro y gris. Una mirada amplia, un encuadre con gran angular, el barrio, el cielo parece nublado, la nostalgia se incorpora a la interpretación, el magún se apodera de nosotros y Landi se despide de este relato para construir otras cartografías.