artista: marcela villagrán
curaduría y texto de sala: carina borgogno
noviembre de 2017
Cuando Marcela Villagrán decide nombrar “La palabra perdida” a su obra visual-fotográfica, nos advierte de un relato que aún se sigue escribiendo, nos sugiere un texto que se construye en la eterna búsqueda y nos presenta la idea de lo inconcluso.
Esta exposición inicia su recorrido con la imagen de una mujer desnuda inmersa en un paisaje natural. Ella nos mira, nos interpela y su presencia entre la vegetación exuberante anuncia el tránsito por diferentes escenarios, donde otras corporalidades también se presentan performativamente.
El cuerpo despojado de la ciudad, es presencia-acontecimiento en los espacios naturales que la artista elige para el diálogo. Una nueva comunicación se establece entre la humanidad y el río. Otra intensidad percibimos cuando la carne transita descalza por el bosque tupido y otro sentido cuando las mujeres pisan arena caliente, cuando discuten y se encuentran, para finalmente arrojarse al mar.
¿Y después?, ¿Qué más? Un volver a empezar.
La fotografía perfomática es una construcción, donde se produce una acción transformadora. La artista proyecta su proceso creativo, imagina nuevas metáforas y finalmente le da forma, llevando esa idea al territorio físico, al plano de nuestra realidad material. Nos muestra ese espacio natural que es interferido por los cuerpos y se genera el vínculo arte y vida, donde surge una exploración mítico- religiosa.
Ante esta obra, no podemos dejar de preguntarnos: ¿qué buscamos?
“La palabra perdida” nos recuerda los trabajos de la artista cubana Ana Mendieta en su performance “Flores en el cuerpo” de 1973 , ella indaga sobre el ciclo natural de la vida, la reencarnación y la transformación del cuerpo. Aquí entre ambos trabajos se produce una conexión: cuerpos de mujeres, el cuerpo de la artista como obra y las vinculaciones con la naturaleza, el sacrificio y las múltiples interpretaciones para acercarnos a la esencia de lo humano.
La obra de Villagrán se hace tejido vivo. Ser en una invención no es lo heredado, es la posibilidad, es un punto de partida, es lo que viene y se concluirá quizás cuando nosotrxs como espectadores podamos atrevernos a participar del desciframiento del código, en busca de visibilidad.
Se instala el proceso de construcción interna que integra al artista, sus obras y los receptores, cuestionando hasta la médula ideológico-política, para transmitir formas re-escritas, re-programadas, re-editadas del personaje original ¿Qué es ser mujer? No hay certezas, pero de algo estamos convencidxs: no es copia de nadie
El recorrido visual conformado por trece fotografías nos van permitiendo hacer los cambios necesarios internos, siendo cómplices- al mismo tiempo- de las transformaciones formales. Río, bosque, desierto, mar. Y en ese círculo quedamos atrapadxs para volver a comenzar. El video – pieza de 1 ’55’’- filmada desde una perspectiva subjetiva, nos permite penetrar en la espesura de ese tiempo, que intenta desaparecer para poder contemplar.
La conclusión no es posible, y así la multiplicidad de rizomas queda sugerida visualmente: un fragmento del pasado es presente y es – en simultáneo – el que seguirá delineando el devenir.