artista: laura loyola
curaduría y texto de sala: carina borgogno
marzo de 2019
La exposición levedad de lo visible de la artista Laura Loyola se presenta en el espacio Quema la nave, inaugurando la diversidad, manifestando la imposibilidad de un relato único a través del despliegue de obras, – más de ochenta- que indagan y delinean el recorrido plástico de la artista. Sus búsquedas develan los procedimientos internos o lógicas del propio lenguaje. “Mirar es pensar” nos dice la artista en sus manuscritos y en ese juego de palabras -en la inversión del binomio- construye el sentido que nos propone como espectadores para mirar-pensar, pensar-mirar la obra.
Como en una antología poética, las obras se disponen en el territorio para ser transitadas y ellas bocetan el itinerario, dejando testimonio de su génesis para transferir nuevas interpretaciones. Las obras -en apariencia- cobran vida, predicen nuevos viajes, ocultan acontecimientos, evidencian la alteridad y nos hacen repensar sobre aquello que es lo más profundo, nuestra piel.
La distribución de las obras obedece a las sendas que la artista fue indagando. Como en una genealogía, el primer cuerpo de obra conformado por bocetos describen los ensayos y las experimentaciones. Aquello que no puede ser expresado mentalmente se traslada a cualquier soporte no autorizado. Figuras humanas, tímidos figurines se presentan para dar inicio al relato.
Un muro aéreo muestra obras suspendidas con mayor libertad y licencia. Ellas recorren cuerpos, naturaleza, indumentaria. Aquí el nexo con la historia de vida se entreteje evocando pasajes de la infancia donde el vestuario y los trajes, generaban la forma de estar presente en el mundo. La acción performática de ser y construir el género -como acto político- sobrepasa al papel.
El bloque de obras donde su estructura predominante es el color negro, se inscribe en el campo de la exploración de la tinta blanca. La referencia a la noche es la interpretación que hegemoniza y no prefiere la metáfora. Igualmente infiere a la soledad de los paisajes internos y se dibuja un mundo que aparece en los sueños o ¿acaso es habitual colgar ropa mojada en luna llena? Así la serie Nocturnas, nos lleva de paseo por un campo ingrávido y la escena teatral levemente se aproxima para dejar sus huellas.
Otro muro dialoga -no en voz baja- y el color aparece con impulso en un puñado de obras que refieren a series como Corpus y Estados. Aquí la artista, homenajea otras corporalidades, juega con la alteridad y no necesariamente hace un listado pormenorizado de formas y posibilidades que el cuerpo tiene, por el contrario se detiene en los gestos, los escorzos, las posturas de las manos y la inclinación de la cabeza ante una acción cotidiana que se produce al leer un libro. La pincelada colmada de capas y transparencias, dirige nuestro mirar para descifrar los pequeños y poderosos detalles. ¿Cómo pasar a la figuración el viento, o un estado del alma?¿Cómo evidenciar la piel en su máximo estado de contacto? nos interroga la artista.
El recorrido nos invita a introducirnos en su viaje actual -en la segunda mitad de la sala-, donde las imágenes expuestas conforman el corpus principal del libro-álbum “Mudar de Piel”. Aquí se presenta otro relato, un lenguaje es ostensible bajo otro soporte y hoy decidimos hacer evidente el misterio, como si las obras salieron del libro o se incorporan al texto. ¿Acaso importa?
En el arte contemporáneo, tenemos la urgencia y el requisito de mirar bajo otro paradigma. La modernidad nos instruyó a su manera. Hoy el presente continuo reclama una mirada amplia de sentido que invita a leer e interpretar prescindiendo de la literalidad del realismo. Nuevos estratos devienen en lecturas que se entrecruzan, se combinan, se niegan y se afirman. Este bloque complejo y diverso, incluye tres muros, además de las obras dispuestas en dispositivos y el libro-álbum.
Finalmente, esta gran sección incluye los recorridos plásticos y estéticos que la artista construyó con tinta, acuarela, pasteles, vegetales, telas e hilos. Hay que aproximarse – no sólo físicamente- para percibir la sutileza de la pincelada y la superposición de pigmentos. Este cuerpo de obra, intenta desnudarnos ante tanto ropaje, nos hace la pregunta, una y otra vez sobre nuestra superficie, la que nos cubre, nos protege, nos comenta y nos insinúa. La piel se hace responsable del ser que sale al mundo, la singularidad es arrojada a la mar de otredades.
En la narración poética construida en “Mudar de Piel”, Laura Loyola no le confiere más realismo a nuestra existencia, por el contrario, se esfuerza en poner de manifiesto las estructuras profundas que se encuentran en la superficie. Es hacer emerger las relaciones pre-existentes que son constitutivas del ser. Nos invita a mirar la obra lo más próxima posible, con insistencia suficiente para que nos revele sus verdades.
Para comprender una obra, nada mejor que entender cómo nos lo dice. Ella no es una suma de fragmentos, sino una unidad que puede ser segmentada si el espectador lo desea. Esta idea de unidad es la contribución que el arte contemporáneo solicita al público, y aquí la elección personal se pone de manifiesto.
El montaje es el tejido del guión. En su forma primitiva, las obras fueron dispuestas prescindiendo del dispositivo que las enmarca, liberadas de corsés estéticos las acuarelas dialogan en el espacio: la cercanía y la desobediencia van juntas para modelizar la comprensión de lo actual.
En el campo de los presupuestos, lo no dicho, sigue siendo aquello que asombra y las visiones de una obra generan vasos comunicantes donde se reconstruye la historia de la artista, su mirada del mundo y una obra que ya habla por sí misma.